Aqui teneis el programa de ayer:
FINAL DE RECTA Lunes 4 de Mayo. (Javier Bernabé)
Dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. Personalmente no creo que sea siempre cierto, pero cada vez que echo hacia atrás la vista y recuerdo la época dorada de las 500, acabo dicéndome en voz baja la consabida frase.
¿Sabéis qué es lo que me gustaba de aquella época? saber que los pilotos que ganaban era auténticas fieras dominando esas máquinas terroríficas. Podías darte cuenta de ello fácilmente viendo la tele o a pie de pista en los circuítos.
¿Qué es lo que ha cambiado ahora para que todo sea tan distinto? Bueno, muchos dirán que la electrónica es la culpable y no creo que les falte razón. Otros dirán que la tecnología ha mejorado las suspensiones y los neumáticos, y tampoco les faltará razón. Sin embargo, más allá de señalar acusadoramente con el dedo a una faceta en concreto de la evolución, a donde me atrevería a apuntar es a una zona más amplia, y esa es la puesta a punto.
Todas las motos nacen con un potencial, y ese viene definido por los límites físicos del diseño y creación de un motor y de un chásis, así como del resto de componentes que forman una moto. Si alguien o algo fuese capaz de conseguir una puesta a punto perfecta, entonces se podría pilotar esa moto al límite de su potencial. Eso es algo que no ha cambiado ni en las viejas y añoradas 500 ni en las nuevas y robóticas MotoGP de 800.¿Donde está la diferencia pues? Bueno, la diferencia está en hasta donde permite la moto dejar que el piloto ponga de sus manos lo que le falta a la puesta a punto.Antes, con las 500, tipos como Schwantz, Rainey, Doohan, Lawson, Gardner, Mamola, Spencer o Roberts eran capaces de hacer que sus motos siguieran siendo rápidas aún cuando la puesta a punto distaba mucho de ser la ideal, más que nada porque con tanta potencia y con tantas vueltas por delante sabían que iban a tener que bailar la conga tarde o temprano según fuesen perdiendo grip los neumáticos. Así que, por muy bien que hubiesen puesto a punto la moto para la carrera, bajo el culo iban a tener dos motos, una la más o menos dócil del principio de carrera y otra la bestia del averno del final de carrera. Los que eran capaces de rodar rápido con las ruedas alineadas o con las ruedas cruzadas eran los que acababan saboreando el champán.
Ahora hay tanto grip en las gomas, duran tanto y hay tanta electrónica, que aquel que consiga una mejor puesta a punto de todos los componentes de la moto es el que se lleva el gato al agua. El margen de maniobra es muy muy escaso porque donde las manos del piloto quieren llegar acaban siendo parcialmente capadas por la electrónica, ya que esta es el intermediario entre las manos del piloto y la respuesta mecánica del motor. Si sólo alcanzas el 90% del potencial de la moto vas dado, porque alguien encontrará el 95% y te dejará atrás, y lo hará décima a décima aunque el piloto sea peor que tú.
Un piloto con un nivel aceptable puede hacer un resultado fantástico si consiguen dar con la tecla adecuada, mientras que un piloto excepcional, si se pierde en la puesta a punto, se hunde en el pelotón. No es normal ver en la historia del motociclismo casos recientes como el de Melandri el año pasado, Hayden este año o Elías, que según tenga la moto (que no el día), o hace en carrerón del año, o se pierde en medio de la nada. Son buenos pilotos convertidos en comparsas.
Lo malo de todo esto es la situación que la categoría reina nos deja como herencia, y no es otra cosa que la carencia de espectáculo. En Jerez pudimos ver un carrerón en 125, un carrerón en 250 y un tostón en MotoGP. Pretenden que comparemos la emoción de ver cómo Rossi coge a Pedrosa 2 décimas por vuelta hasta alcanzarle, adelantarle y dejarle atrás, con las docenas de adelantamientos que nos brindaron los pilotos de 250 desde la primera vuelta hasta el final.
Para mi cualquier tiempo pasado con las 500 fue mejor.
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